domingo, 21 de abril de 2013

Quebracho in U.S.A. LA CANA


LA CANA

Cuantas veces hemos escuchado que cuando algunas personas se refieren a la policía, la llaman: “la cana”. A veces suena un poco peyorativo, como una falta de respeto hacia los uniformados; pero… ¿De donde viene esta palabra? ¿Cómo empezó esto de “ahí viene la cana”?

La respuesta nos la brinda Roberto Arlt,* el escritor nacido en Buenos Aires, dueño de una narrativa urbana de tintes policiales, influenciadas quizás cuando trabajaba como cronista policial en algunos diarios de la capital, como cuando lo hacía en “El Mundo”, donde el 20 de julio de 1929 escribía: Ha fallecido el comisario Racana, que diera origen con su nombre a la imagen “¡ahí viene la cana!”.


Así se lo contó, en cierta oportunidad a Josué Quesada el dicho comisario, quien narra que cuando era oficial inspector, se había hecho popular en ciertos barrios por sus razias contra los malandrinos. Y los chicos, en cuanto a la distancia veían aparecer la popular figura del comisario, lanzaban el grito de alarma: “¡Ahí viene Racana!”.

Pero tanto usaron el apellido que éste terminó por desgastarse y la R y la A se fusionaron en “la”.

El grito prosperó primero entre los pibes que jugaban al football en medio de la calle. De eso hace muchos años, cuando aún no existía el subterráneo y los terrenos que hoy cuestan cincuenta pesos la vara, estaban ocupados por hornos de ladrillos.


Jugar al football en medio de la calle o en las calzadas, fue siempre un juego prohibido y perseguido por la policía de aquellos buenos tiempo. Los ladrones, entonces, tomaban el sol en las esquinas del arrabal; los vigilantes los conocían, pero como un ladrón es más peligroso que un muchacho, “la cana” se ensañaba con los futuros Tarasconi, Tesorieri, Monti, Paternoster, Ferreyra y Ochoa. Perseguía a los menores y a la pelota, más a la pelota que a los menores. Se hacía en cualquier vereda un partido de gambeta y pechazo y, cuando la partida estaba en lo mejor y se habían roto varios vidrios y atropellado a innúmeras comadres que venían  de la carnicería, al trote de su jumento escuálido aparecía “la cana”. La cana designaba al gremio de polizontes; no se refería a uno en especial, sino a la policía. “Ahí viene la cana” así como más tarde al gremio de investigaciones se designó con el nombre de la “yuta” y “ahí viene la yuta” fue un término de alarma entre los ladrones, como el anterior lo fue entre los “footballers” callejeros.

Recuerdo que no había grito que indignara más a los vigilantes que este “ahí viene la cana”. La susodicha indignación, casi siempre, recaía sobre la pelota de jugar al football, pelota que secuestraba el “chafe” y gloriosamente llevaba bajo el brazo hasta la comisaría. En aquellos tiempos ese procedimiento era una forma de hacer méritos, como lo hacen hoy los agentes de tráfico encajando una multa por cualquier pavada. (El caso de pasar boletas).


   Demás está decir que entre la purretada y la policía mediaba un odio tremendo. El arrabal de aquel entonces tenía un periodiquín nocturno que se llamaba El Picaflor Porteño y una barra de maleantes que, en cuanto podía, achuraba a la policía sin escrúpulos de ninguna especie.

Los chicos tomaban ejemplo de los grandes y recuerdo que el deshonor caía sobre la familia que tuviera entre sus miembros un individuo que trabajara de vigilante.
Estos, a su vez, abominaban de la gente arisca; pero como contra ella nada podían hacer porque los caciques políticos defendían a los maleantes, “la cana” se ensañaba con los chicos. Parece mentira, pero es así. En la calle sudaban sujetos que tenían un montón de muertes en su haber, mas no era raro el día en que un mocoso era detenido por hacerse la rabona; y recuerdo que un amigo mío (se había hecho la “rata”) por intentar escabullirse de entre las manos del vigilante, fue llevado a la comisaría veintitrés con cadena. Este chico tenía once años...

La perrera y los vigilantes concitaban así en su contra el odio del arrabal. Aquel que distinguía el carro perrero a la distancia, llevaba la alarma a diez cuadras a la redonda. Con el vigilante ocurría lo mismo. El grito “ahí viene la cana” lanzado por los purretes ponía en guardia a los grandes, hacía escurrir a los perseguidos; los compadritos que tenían alguna cuenta que saldar entraban al almacén; los que tenían la conciencia intranquila pero la seguridad de que nada les ocurriría, se quedaban en la esquina tomando el sol, con el ala del sombrero bien doblada sobre la frente; y en aquellos días, insisto, era más peligroso ser socialista que haber degollado a media docena de prójimos.


 Y los que pagaban el pato eran los menores. Partido de football que se organizaba, fracasaba si no se tenía precaución de poner a un purrete de guardia en el lugar donde solía comparecer el “chafe”. Igual ocurría en los robos de fruta, en que la muchachada solía, o solíamos, ir a despojar los frutales de las quintas. A la persecución de los tanos, con sus mastines, se unía la de media docena de “canas” a caballo, que hacían un ruido enorme para demostrar que nada había entre dos platos.

Y la voz corrió, se hizo popular.

En otra nota dije que los chicos de hoy desconocían un montón de emociones que hemos experimentado nosotros, los mayores. “La cana”, el vigilante destartalado, turco o italiano, con barbas de siete días y piernas arqueadas y casco doblado para cualquier costado, ha desaparecido. “La cana” constituye hoy un cuerpo uniformado, con academia, condecoraciones, premios de las ligas que no ligan nada. “La cana”, la legendaria “cana” semicómplice a veces de los furbos y malandrines, compleja, turbia y despreciada, ha desaparecido.


-Hoy, cualquier zonzo con uniforme es respetado –me decía vez pasada un sargento de otros tiempo-. Antes el uniforme no valía nada, lo que valía era el hombre. Esos tiempos pasaron. Lo que hace falta es que pasen ciertas cosas de estos tiempos.

Creo que este artículo contesta el tema de “La Cana” por la policía; pero también habrá escuchado que les llamaban “Botones”, por policías. De ahí la frase: “-¡No seas botón!”. Bien, he escuchado que esta frase proviene de las antiguas rondas policiales, cuando los uniformados vestían trajes con botones dorados o plateados, los que brillaban en la noche ante las luces artificiales de las calles y eran percibidas por los marginales de la periferia porteña, especialmente los dedicados al delito, quienes al observar el brillo mencionado gritaban: “¡Ahí vienen los botones!”



Lo mismo ocurre con “Los Tiras” por policías, por relación a las tiras que identificaban la jerarquía de los policías, generalmente puestas en los brazos, en su mayoría suboficiales, quienes eran los que realizaban el servicio de calle (patrullajes, puntos fijos, etc). Estas tiras resaltaban con colores claros (amarillos o blancos) sobre la tela oscura (negra o azul marino) del uniforme.

“Rati” es el policía de civil, supuestamente por inversión de “Tira” del ejemplo anterior, el “tira” marca el uniforme, el “rati” a la inversa es sin uniforme. Este lunfardo solo lo escuché en boca de policías. Jamás escuché a los delincuentes hablar de “rati”, por lo que estoy convencido de que se trata de una autodenominación de los hombres de investigaciones.

A la policía se la denomina con otras denominaciones aparte de las vistas, como “yuta” y otras tantas. Todas conforman un lunfardo que fluye desde las marginalidades y ocupan rasgos de popularidad por medio de temas musicales y el folclore propio de cada pueblo. Alguien una vez preguntó: -¿Cómo la llaman ustedes a la policía? Y le respondieron en tono de broma: -No la llamamos, viene sola…




* Publicadas originalmente en El mundo, 20 de julio de 1929 y reproducidas en Tratado de delincuencia: aguafuertes inéditas, (recopilación y prólogo de Sylvia Saítta), Biblioteca Página/12, Buenos Aires, 1996.

sábado, 13 de abril de 2013

Quebracho in U.S.A. CALLES Y AVENIDAS


CALLES Y AVENIDAS

Qué cosa con las ciudades ¿no? Nosotros los latinoamericanos, por herencia hispánica, hemos emplazado nuestras ciudades en trazado de damero, como un tablero de ajedrez. Esto nos dio la idea de un centro, la plaza principal, y los edificios (públicos y privados) más importantes a su alrededor o en las inmediatas proximidades; pero por contrapartida, nos dio la idea de sus márgenes generando dolorosas palabras como marginales. En el centro lo mejor, en los márgenes lo que se quiere ocultar de la vista pública, allí irán a parar los hospitales, las cárceles, los manicomios, los pobres y aquellas actividades marginales tan criticadas y al mismo tiempo tan demandadas como la prostitución.



Por supuesto que hay ciudades que quisieron salir de este tipo de emplazamiento y realizaron otros trazados para sus arterias, como la ciudad capital de Buenos Aires, La Plata, quien ha tejido una entramada tela de araña que se repite en varios mosaicos y que sus ciudadanos para ubicar una dirección, hacen un rápido cálculo matemático y enseguida saben entre que calles está el lugar que buscan. Quizás esto se pierda con el tiempo ¿Quién sabe? Otra ciudad con estas características es la ciudad salteña de General Mosconi la que está compuesta con un solo mosaico platense, pero que quizás también podría utilizar el cálculo matemático mencionado para ubicar una dirección.




Ahora bien, aquí en Estados Unidos, la cuestión es completamente distinta. Si bien es cierto hay un centro de la ciudad: el “downtown” el mismo no tiene la significancia e importancia de las ciudades latinas. Por empezar, el trazado de las ciudades no es en damero, no hay cuadras, no hay manzanas, las calles se enrulan, enderezan, trazan diagonales, círculos, son paseos, caminos y para colmo vengo a descubrir que una “avenue” no es la avenida que generalmente conocemos y que la “street” tampoco es una calle a secas, sino que ambas adquieren significado de orientación dentro del trazo citadino. Veamos.




En una ciudad americana como la que vivo, se trazan dos ejes cartesianos que dividen a la misma en cuadrantes: “North West (NW), North East (NE), South West (SW) y South East (SE)”. Estos cuadrantes nos servirán para ubicarnos en qué parte de la ciudad nos encontramos. Por ejemplo, si estamos en el sureste o en el noroeste. El eje Norte-Sur es una “street” y el eje Este-Oeste es una “avenue” no hay forma de equivocarse. Entonces las personas para ir al norte o al sur toman por una street y para trasladarse en sentido Este-Oeste o viceversa toman una avenue. Es así que si el cartel de la calle dice SE street (St) sabemos que nos encontramos en una arteria que va de norte a sur y de sur a norte y que además nos encontramos en el cuadrante Sur-Este de la ciudad. A partir de la street principal (podríamos llamarlo Meridiano Uno) toda calle que tenga el mismo sentido y se encuentre paralela a ésta a la derecha o a la izquierda, comenzará a denominarse conforme el lugar que ocupa, así será SE 2nd St.; SE 3th St. y para el otro lado SW 2nd St.; SW 3th St. sucesivamente. Lo mismo pasará a partir de la avenue principal (el Paralelo Uno), pero hacia el norte y al sur. De esto resultará que habrá en realidad cuatro 13th St., con la diferencia de su respectivo cuadrante, lo mismo sucederá con la 5th Av., por ejemplo. Recordemos que no se trata de la calle trece sino de la décima tercera calle y, a su vez, no diremos la avenida cinco sino la quinta avenida, pues los números son ordinales con respecto a ellas. Lo mismo sucede aquí con los días. Por último diremos que el número de la vivienda o edificio va primero así podremos decir un domicilio, por ejemplo “3700 SW 27th Street”.




Ahora, algunos tipos de calles que podremos ver en los carteles de señalización: St. – street, ya sabemos que significa al igual que Ave. – avenue; Rd. – road que significa camino o carretera, en zona rural puede ser hasta camino de tierra y en zona urbana una calle que conduce a una carretera; Ln. – Lane que significa carril y nos trae el recuerdo de la famosa “Penny Lane” de los Beatles; Ct. – Court es un corte, una cortada; Terr. – Terrace (terraza) es una calle corta que puede ser en altura y con vista a la ciudad; Cir. – Circle es una calle con forma de círculo; Hwy. – Highway autopista generalmente interestatal; Pkwy. – Parkway es una avenida adornada con parques o jardines; Rdg. – Ridge camino o carretera antigua; Blvd. – Boulevard es generalmente una avenida multicarril con dos sentidos de circulación; Dr. – Drive es un camino privado por o general y que se mantiene por una persona o un grupo de ellas; Cl. – Close es una calle sin salida y Pl. – Place no solo hace mención a esa calle sino al lugar donde se encuentra.



A pesar de lo mencionado en la introducción de este artículo, hay una considerable cantidad de personas que se sienten molestas por esta enorme cantidad de nombres que reciben las arterias y que aquí no hemos consignado; pero como en nuestra ciudad y en muchas, esto no va a cambiar pues nadie tiene la última palabra ni puede decir esto es mejor que lo otro.